domingo, 10 de enero de 2010

Penélope y la peatonalización

Estatua de Penélope en el Vaticano, Roma.

MANUEL ALCARAZ RAMOS
Uno de los síntomas más preocupantes de la debilidad cívica de Alicante es el hecho de que numerosas situaciones se planteen fragmentariamente, ajenas a discursos generales; con ello se deslizan a lo anecdótico, a lo urgente y, con facilidad, caen en el olvido. Así, ahora, la polémica sobre la peatonalización de la zona de la Plaza del Ayuntamiento. Me manifiesto a favor de la medida, aunque sea escasa, pero la cuestión es más amplia: consiste en saber si es un primer paso, si existe un plan de más largo alcance, que incida en el renacimiento del centro, en la rehabilitación de edificios o en la revitalización de actividades económicas promoviendo el flujo de personas. Mas me temo que la decisión no forma parte de una estrategia, sino de un impulso momentáneo. Y, con todo, dadas las circunstancias, evitar la reversión de la medida parece imprescindible: retroceder ahora hipotecará el futuro.
Hace años tuve el honor de presentar una conferencia de Xerardo Estévez, arquitecto y urbanista de gran prestigio, al que debemos, en su etapa de alcalde de Santiago de Compostela, que esa ciudad se convirtiera en ejemplo admirado en todo el mundo, consiguiendo dar vida a su legado histórico. Una de las medidas básicas fue la peatonalización integral. En la charla mostró la fotografía de la manifestación de miles de personas que se opusieron a la medida. Y, con satisfacción, comentó que en la actualidad irían las mismas, y más, si se quisieran abrir al tráfico esas mismas calles. Otro ejemplo, de una ciudad con características comunes a Alicante: hace unos días he estado en Valladolid y he visto su amplísima peatonalización en un territorio embellecido, pleno de actividad comercial, con miles de paseantes. Basta con viajar para apreciar que, en toda España, en toda Europa, éxito del comercio y revitalización de la identidad urbana van de la mano de la peatonalización. ¿Por qué no aquí? Pues porque las medidas han sido ínfimas y parciales; se han creado, todo lo más, "islas", pero no se han articulado, ni han ido acompañadas de medidas potentes de animación ni se ha procurado una cierta homogeneidad, con mobiliario urbano o pavimento adecuado. Es una muestra de que los intereses municipales han ido por otro lado, primando el miedo a la innovación, huyendo del aprendizaje en libro ajeno y, repito, del aliento estratégico. Si a ello sumamos que los cambios pueden provocar resistencias, son precisas buenas dosis de pedagogía, diálogo y, sobre todo, paciencia: las culturas ciudadanas no se alteran de un día para otro. Pero si se quiere hacer hay que empezar alguna vez. Con claridad en proyectos e intenciones.
Lo que sabemos es que es imposible que el centro urbano de Alicante sea el lugar privilegiado de confluencia, de encuentro vital y simbólico, si sigue estando entregado al motor. Y lo que deberíamos saber es que sin medidas globales que abran ese espacio al conjunto de la ciudad, incluyendo la peatonalización, el comercio estará siempre en precario. Esa lección deberían asimilarla las asociaciones de comerciantes: no pueden hablar de nuevo modelo de ciudad para oponerse a nuevos centros comerciales y enfrentarse a las disposiciones de largo plazo que alterarían el modelo existente. Deberían, si acaso, pedir medidas compensatorias que paliaran posibles efectos contradictorios durante un periodo de adaptación. De lo contrario quedarán aisladas y deberán aceptar que encontrarán pocos aliados entre la población cuando pidan solidaridad para otras protestas.
Lo que está claro es que seguir improvisando es el peor camino. La cuestión de la peatonalización se ata también al transporte público, al tamaño de las aceras o a la implantación del carril-bici. Por eso lo sucedido estas Navidades con la Avenida de la Estación ha sido tremendo. Creo que sólo desde la ingenuidad más peligrosa o desde la mala fe se pudo hacer lo que se hizo: va a ser un argumento perdurable para los enemigos del carril-bici y de los espacios ganados para el paseo. Por no hablar del despilfarro y de la imagen de opereta que han dado los responsables.

Hasta aquí, se dirá, todo es un problema técnico, marcado por la impericia. Pero no: es un problema político. Por la falta de ideas, por la afición de nuestros gobernantes a recrearse en la inercia o a salir epidérmicamente de ella a tirones, estando dispuestos a retroceder si aparecen problemas. Castedo es ejemplo privilegiado de esta forma de gobernar: sin demasiadas convicciones conocidas, sin más modelo de ciudad que el que heredó, tiene habilidad para practicar el oportunismo e incluso cierto olfato para tratar de barnizar las aristas más duras de su cometido. Como el conejito de Duracell, es capaz de mostrar una vitalidad incombustible, pero, como Penélope de provincias, puede perfectamente aplicarla a destejer por la noche lo que tejió durante el día. Basta para ello que eche cuentas en la calculadora de votos de los apoyos que imagina o de la oposición que encuentra. Conseguido el titular no importa la confusión. Y es verdad que el PSOE no duda en ayudarle en esa táctica: en el asunto de la (des)peatonalización vuelve a estar oscuro, condicionando su opinión a consensos, ignorando que los consensos se practican desde el encuentro de posiciones, por lo que, al no manifestar de manera fuerte cuál es la suya, se condena a que ese consenso le margine; para no ofender a nadie le regala al PP cualquier posible acuerdo. Entre unos y otros la casa sin barrer -en sentido metafórico y estricto-, para que Alicante siga siendo una suma de anécdotas. Sin estrategia global sobre movilidad, rehabilitación o política comercial -en beneficio de las grandes superficies-, ni persistencia en las decisiones puntuales, ni seriedad en la administración de los escasos euros. Llueve sobre mojado en la Plaza del Ayuntamiento. Quizá la clave sea gastar los dineros del Plan C en desmontar lo que se hizo con el Plan E.
fuente:Diario Información-Opinión

Más:
Peatonalizar áreas urbanas
MANUEL AYÚS Y RUBIO

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