M.ª Ángeles Durán,
La Vanguardia
La gestión del tiempo individual o colectivo, del tiempo personal o de la ciudad depende de la vertebración territorial de las ciudades y de las áreas metropolitanas, y ello afecta sustancialmente al bolsillo del trabajadorEl trayecto al trabajo y el de vuelta a casa suponen un coste considerable para muchos ciudadanos en un doble aspecto: en tiempo y en dinero. La gestión del tiempo individual o colectivo, del tiempo personal o de la ciudad depende de la vertebración territorial de las ciudades y de las áreas metropolitanas, y ello afecta sustancialmente al bolsillo del trabajador.
La gestión del tiempo
La América insomne" era el titulo de un excelente reportaje de Eusebio Val, en este periódico, sobre los cambios sociales en EE. UU., donde se relacionaba horas de trabajo, atascos y horarios de los ciudadanos. La conclusión era que los incrementos de los tiempos de los desplazamientos en el área metropolitana de Washington implican cambios en los horarios del trabajo y de los servicios. La distancia cada vez mayor entre lugar de residencia, de trabajo y de compra y el uso masivo de transportes privados, características de la mayoría de las conurbaciones americanas, cambian los horarios personales y colectivos de los ciudadanos y de la ciudad.
Salvando las distancias, la configuración territorial del área metropolitana de Barcelona también influye en los horarios y en los tiempos de los ciudadanos que viven en ella. El territorio siempre ha estado relacionado con el tiempo. Por una parte, el tiempo largo, que modela los paisajes, la memoria colectiva y la construcción identitaria; y por la otra, el tiempo cotidiano, el del trabajo, de la familia, de los desplazamientos. Por lo que la gestión del tiempo individual o colectivo, del tiempo personal o de la ciudad depende de la vertebración territorial de las ciudades y de las áreas metropolitanas. Y con ella, de los medios de transporte, de la ubicación de los servicios y equipamientos, de las densidades urbanas y la dispersión territorial, entre otras.
Las dinámicas territorialmente disociadas, aquellas que alejan actividades cotidianas, donde los lugares de trabajo, de ocio y de residencia están separados unos de otros; y socialmente diferenciadas, donde viven grupos humanos con características sociales homogéneas, se han convertido, ahora más que nunca, en un elemento de gestión de los tiempos. Hasta el punto de que la conciliación temporal es cada vez más una cuestión de conciliación territorial. A la pregunta que muchas personas se hacen de cuándo, qué tiempo destino a esa actividad y en qué horario, se le suma el dónde: cerca de mi casa, cerca de la casa de los abuelos, al lado del trabajo… Y la respuesta depende no sólo del sexo y del grupo social al que pertenezcas, sino también en qué tipología urbana y en qué parte de la ciudad vivas. Y, de hecho, la centralidad y la periferia metropolitana se pueden definir según el empleo de los tiempos de sus ciudadanos.
Así, el tiempo de la vida cotidiana, donde confluyen los distintos tiempos de trabajo, familiares, de ocio, etcétera, es desigual según los diversos territorios metropolitanos. En Barcelona, la carga semanal de trabajo, donde se contabilizan el tiempo de trabajo mercantil y el familiar doméstico, suma un poco más de 34 horas de media semanal; en la segunda periferia esta es casi un 15% más. En cambio, la valoración por parte de los ciudadanos de la disponibilidad de tiempo libre disminuye en la medida en que nos alejamos del centro de la ciudad.
El tiempo destinado a los desplazamientos es desigual según los distintos ámbitos metropolitanos. En Barcelona ciudad, el tiempo diario invertido en movilidad es algo más de una hora y 25 minutos; en la periferia metropolitana es un 10% menor. Diferencias relacionadas con los medios de transporte usados y con la dimensión de la ciudad.
En el área metropolitana de Barcelona más del 70% de los desplazamientos andando no superan los 15 minutos de recorrido; en vehículo privado este porcentaje baja al 53% de los recorridos, y en transporte público, al 21%. Cuantas más posibilidades tengamos de realizar las actividades cotidianas andando, menos tiempo en desplazamiento invertiremos. Y esa posibilidad está relacionada con elementos de proximidad de servicios y equipamientos y por características de concentración y densidad urbanas, así como por las dimensiones de las ciudades. Así, por ejemplo, en el área metropolitana de Barcelona los viajes intermunicipales, con origen y destino en distintas poblaciones, con distancia de recorrido más largo y con tiempos medios de 35 minutos, disminuyen así que aumenta la densidad urbana. Por lo que, a mayores densidades y mezcla de usos y compacticidad, más recorridos en el interior del propio municipio, con medias de tiempo de unos 15 minutos, con menos distancia y con más posibilidades de ir a pie.
Los centros y las periferias metropolitanas tienen, además de diferencias territoriales y sociales, diversidades temporales. La gestión del tiempo, uno de los grandes retos actuales, depende de qué modelo territorial tengan nuestras ciudades y áreas metropolitanas. Existen modelos que apuestan deliberadamente por la lejanía, lo que llega a afectar incluso a las horas de sueño de sus ciudadanos y por ello disminuye su calidad de vida. Otros apuestan por la proximidad, multiplicando las posibilidades de uso de las actividades urbanas. Decidir qué modelo tienen nuestras ciudades y áreas metropolitanas es tarea de técnicos y políticos. Y de ello depende, en buena medida, nuestro tiempo cotidiano y por ende nuestra calidad de vida.
C. MIRALLES-GUASCH, profesora de Geografía, Universitat Autònoma de Barcelona
Un recurso de uso variable
El tiempo es un recurso escaso y ni siquiera los millonarios pueden comprar días de más de 24 horas. Las encuestas de uso del tiempo muestran que la libertad individual sobre cómo usar el tiempo es escasa, ya que existen grandes regularidades en el modo de hacerlo según los grupos sociales a los que se pertenecen.
Según una encuesta reciente realizada en Madrid para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, los mayores de 18 años pasan los días laborables una media de quince horas dentro del hogar, y los domingos sube a dieciocho. Además, el 17% de los entrevistados dice pasar los días laborables algún rato en otros hogares, cifra que los domingos llega al 28%. En conjunto, a las ciento doce horas semanales que como promedio estamos dentro de casa, hay que sumar otras tres en hogares de nuestro entorno familiar.
Por comparación, el tiempo en los lugares del empleo es pequeño. Tan sólo doce horas semanales para el conjunto de la población adulta, que en la realidad está constituida mayoritariamente por estudiantes, amas de casa, enfermos, parados y jubilados. Si comparamos con el tiempo que transcurre en el lugar del empleo, el que pasamos en la calle es alto, un promedio de nueve horas y cuarto semanales. El tiempo de calle es móvil, incluye tanto los desplazamientos como el que transcurre en las plazas públicas.
Los ciudadanos piden cambios en el modo de organizar el tiempo, pero no todas las demandas van en la misma dirección, especialmente desde una perspectiva macro: mientras los empleados quieren reducir sus tiempos de trabajo, los desempleados y muchos inactivos forzosos por edad querrían aumentarlo. Del tiempo en el hogar, muchas mujeres querrían detraer horas para el empleo, la formación y el ocio.
Hay una queja unánime sobre el tiempo excesivo en trayectos, pero lo más probable es que el tiempo total consumido seguirá aumentando en los próximos años. Aumentará porque se prolongarán los años de formación de los jóvenes, y la incorporación de mujeres al empleo, con sus correspondientes trayectos. Los núcleos residenciales seguirán trasladándose a las periferias y aumentará la disponibilidad de segundas residencias y el ocio turístico, lo que conllevará el aumento del tiempo total invertido en trayectos. Extraña paradoja la nuestra, que queremos disminuir el tiempo in itinere,y al mismo hacemos todo lo posible por aumentarlo.
M. ª Á.DURÁN, catedrática de Sociología y profesora en el CSIC. Autora de ´La ciudad compartida: conocimiento, afecto y uso´ (Ed. Sur 2008)
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